En España, el sector turístico es uno de los principales motores de la economía, esto lo demuestran los más de 80 millones de personas que optan por nuestro país como destino vacacional. Aunque ya hay voces que aventuran que estos niveles de crecimiento empiezan a moderarse a causa del resurgimiento de países con problemas geopolíticos de los que en su momento nos vino derivado gran parte del flujo.
Lo que si es cierto es que en el sector se ha sabido hacer los deberes y aprovechar el "boom" para derivar sus intereses desde la cantidad hacia la calidad del servicio. Esto tiene que repercutir de forma directa en los trabajadores del sector, exigiendo una mayor cualificación y especialización de estos profesionales. Esta evolución muy probablemente ira acompañada de nuevos modelos de negocio y puestos de trabajo o competencias, lo que conlleva de paso un giro en el enfoque de cómo debemos afrontar los riesgos laborales derivados de estos avances, principalmente en lo relacionado con factores ergonómicos y psicosociales.
Estos dos factores son transversales y además cuentan con riesgos causantes del mayor porcentaje del absentismo en un sector donde, a menudo, los trabajadores son estacionales o temporales y donde se presentan sobrecargas de trabajo importantes y escasa formación sobre los riesgos que se derivan de su actividad.
Comunidades Autónomas como Canarias y Baleares, en donde el sector es predominante, ya se está avanzando en guías y acuerdo con los distintos agentes sociales, que deberían redundar en sistemas mejorados de gestión preventiva ya que el desarrollo normativo específico es escaso, tanto a nivel nacional como europeo. Hecho que no exime al empresario de su obligación legal aplicar las medidas que integran el deber general de prevención respecto a los riesgos de carácter ergonómico y psicosociales, tal y como refleja en el artículo 15.1, apartado d) de la Ley 31/95 de PRL.
La consecuencia de este desequilibrio se traduce en una indefinición de criterios a la hora de determinar la metodología a emplear por parte de los profesionales de PRL cuando se enfrentan al deber de realizar la evaluación de Riesgos Ergonómicos y Psicosociales, existiendo a su vez falta de consenso entre los agentes sociales (Inspección de Trabajo, Sindicatos, Asociaciones Empresariales, Expertos en PRL, etc.) en relación a obligatoriedad de las mismas, así como la dispersión de métodos y herramientas (software, cuestionarios, etc.).
Por lo que estas guías deberán tener el consenso de todos ya que estamos trabajando con salud y bienestar y esto siempre está estrechamente relacionado con productividad y futuro.
Como hemos dicho, la Ergonomía y psicosociología debe jugar un papel muy importante en estos acuerdos, más allá de esta unificación de criterios en cuanto a métodos o metodologías a emplear, en ellos, se deberían afrontar nuevos retos que ya forma parte del presente de la PRL como el envejecimiento activo o los riesgos derivados de las nuevas tecnologías que conllevan a su vez nuevas formas de organización del trabajo, realmente, nuevas oportunidades para mejorar las condiciones de trabajo. A esto se deberán sumar otros sistemas ya probados en otros sectores como la implantación de la tarjeta profesional.
Mientras el sector no se está quedando atrás, cada vez más, se toma como ejemplo el mantra de la "ergonomía en el diseño" tanto de lugares como de sistemas, cada vez es más habitual que a la hora de construir nuevos establecimientos, se valore además de la funcionalidad, estética y calidad percibida por el cliente, parámetros relacionados con procedimientos de trabajo, control de tiempos en ciclos de trabajo, economía de esfuerzos en los procesos, incluso se realicen locales piloto como cocinas, habitaciones de hoteles, etc., es decir, se están aprovechando avances que siempre han estado más relacionados con procesos productivos y adaptándolos a la actividad.
Esto que a muchos se les puede antojar como excepción se debe ir convirtiendo en norma y en concreto desde la Ergonomía y Psicosociología, como especialidad que pone a las personas como foco adaptando entornos, procesos y sistemas a sus funciones y capacidades, encabezar esa evolución, ya que toda empresa que quiera ser líder en su sector debe basar su gestión en las personas y desde la especialidad, siempre debemos estar dispuestos a dar un paso más.
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