Llega la primavera y con ella las fastidiosas alergias, este año sumándose la casuística de la COVID-19 y el uso de mascarillas. En este post vamos a resolver algunas dudas sobre este problema, de la mano del Dr. Jordi Izquierdo. ¡No te lo pierdas!
Las alergias más comunes en la época primaveral son las alergias a los pólenes, conocidas también como polinosis.
Según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, esta forma de alergia afecta a cerca de 8 millones de españoles, siendo más frecuente en ambientes urbanos que rurales ya que la contaminación atmosférica favorece su efecto.
Los pólenes más comúnmente implicados son los de gramíneas en el centro y norte del país y los de parietaria (maleza) en el litoral mediterráneo. También es muy frecuente en el sur de España la alergia al polen de olivo.
Esta forma de alergia se manifiesta en forma de:
La respuesta es claramente afirmativa.
Hasta un 50% de los pacientes con alergia respiratoria son sensibles a los ácaros del polvo doméstico, uno de los alérgenos de interior más frecuentes (alfombras, cortinas, peluches, etc.). Vive en el interior de las casas todo el año causando síntomas perennes. Pero estos síntomas se hacen más severos y frecuentes en primavera y otoño al tratarse de estaciones con unas condiciones de temperatura y humedad que favorecen el desarrollo de los ácaros.
También las alergias a pólenes descritas en el punto anterior tienen su propio calendario, en función de la época de polinización de la planta o árbol implicado:
Un estudio reciente publicado en la revista Annals of Allergy, Asthma & Immunology, concluyó que las personas que tenían un mayor nivel de estrés tenían un mayor número de ataques o crisis de agudización que aquellas cuyo nivel de estrés era menor.
También señalaron los autores de este estudio que los pacientes con mayor número de ataques tenían un estado de ánimo más negativo.
Se ha apuntado que las estrategias para aliviar el estrés podrían verse como una opción más para reducir los episodios de agudización.
La alergia inducida por el ejercicio físico es posible, aunque no muy frecuente. Se sospecha que la actividad física favorece la liberación de histamina (molécula implicada en la respuesta alérgica) desde el interior de unas células llamadas mastocitos.
Básicamente el ejercicio puede desencadenar dos tipos de reacciones:
En raras ocasiones. Cuando se practica un ejercicio físico intenso que se ha visto precedido de la ingesta de alimentos que contienen una proteína llamada LTP (almendras, avellanas, cacahuete, kiwi, soja, cereales).
En cuanto a la alimentación, cualquier persona se puede convertir en alérgica a un alimento. Existen individuos denominados "atópicos" que a lo largo de su vida desarrollan alergias frente a distintas sustancias y alimentos. Su sistema inmunitario reacciona de forma exagerada ante alimentos que deberían ser bien tolerados.
Cualquier alimento puede provocar alergia, pero algunos son especialmente frecuentes, como: el huevo, los frutos secos, los pescados, los mariscos, los cereales, algunas frutas, algunas especies, conservantes y colorantes.
Los síntomas más frecuentes de las alergias alimentarias se manifiestan en la piel: urticaria (habones), enrojecimiento y picor de manos y pies, hinchazón de las orejas y párpados. Es frecuente también la aparición de picor de boca y de garganta, con habones alrededor de los labios e hinchazón de los mismos. Los síntomas digestivos tales como dolor abdominal, náuseas, vómitos o diarrea son también habituales.
Había cierta estigmatización sobre el uso de las mascarillas en nuestro país. Algunos pacientes que no las utilizaban a pesar de la indicación de su médico, están viendo ahora una mejoría en sus problemas de salud. Es el caso, por ejemplo, de los alérgicos al polen, tal y como se explica desde el Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.
La mascarilla atrapa partículas de hasta una micra y los pólenes que ocasionan problemas alérgicos estarían entre 15 micras, las más pequeñas, y las 35/40 micras las más grandes. El SARS-CoV-2 (responsable de la Covid-19) es unas 100 veces más pequeños que estos pólenes.
Todas las mascarillas, tanto higiénicas como quirúrgicas y, por supuesto, las FFP2 son protectoras frente a los pólenes. En este post de Quirónsalud se profundiza más sobre el tema.
La pasada primavera (2020) pudo comprobarse como muchos pacientes alérgicos usuarios de mascarilla redujeron sus visitas a urgencias y tuvieron menos episodios de rinitis y asma. No se redujeron lógicamente, las visitas por conjuntivitis.
La mejor forma es la inmunoterapia antialérgica o vacuna antialérgica. Consiste en administrar pequeñas dosis progresivas del mismo alérgeno al que un individuo está sensibilizado con el objetivo de disminuir el nivel de sensibilización y suprimir los síntomas de su alergia. El material alergénico que se administra está debidamente modificado para suprimir los efectos secundarios
La inmunoterapia se aplica en medicina desde hace más de 90 años y según la Organización Mundial de la Salud, hasta la fecha es el único tratamiento que puede modificar favorablemente el curso natural de algunas enfermedades alérgicas.
La inmunoterapia puede mostrar sus efectos beneficiosos pocos meses después de su inicio, pero los efectos óptimos y la consolidación de los mismos se alcanzan habitualmente entre 3 y 5 años.
Los resultados son mejores en enfermos con un solo tipo de alergia, pero es posible administrar dos o más vacunas con diferentes alérgenos de forma simultánea, obteniéndose la desensibilización para cada uno de ellos.
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