De manera general los cambios, en este caso por el paso de las estaciones, nos afectan de una forma u otra, exigen un periodo de adaptación que tendrá consecuencias tanto a nivel emocional como físico.
La primavera y el verano pueden favorecer la secreción de vitamina D, serotonina, dopamina y oxitocina. Mejoran el estado de ánimo al disponer de más horas de luz, más tiempo y la oportunidad de realizar actividades diferentes, al aire libre y con mayor contacto social.
Pero también pueden generan efectos un poco más desagradables, que sentimos especialmente como una falta de energía que puede venir acompañada por:
Esto principalmente viene causado por esa mayor exposición a la luz y al calor (y los efectos que esto causa en el organismo), y porque normalmente en estos momentos realizamos cambios en nuestras rutinas habituales, teniendo así una sensación de desajuste o de descontrol.
Si bien es cierto que estos cambios son pasajeros y normalmente acaban resolviéndose por sí mismos, te compartimos algunas pautas que pueden ayudar a que el tiempo de adaptación sea más agradable y llevadero:
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