"Los tres años de evolución del SARS-CoV-2 equivalen a cientos de años en el ser humano"
Este mes se cumplen tres años de la aparición del SARS-CoV-2, un virus con numerosas mutaciones aceleradas por la inmunidad natural y las vacunas.
Para entender algunas cuestiones en esos temas en los que la mayoría no tenemos formación (aunque opinemos alegremente), a veces hay que recurrir a dar solo una parte de la información y simplificar las explicaciones. La realidad siempre es mucho más compleja y la covid no es una excepción, concretamente si hablamos de genoma y variantes.
Así, desde el inicio de la pandemia se secuenció el genoma del SARS-CoV-2 y son numerosas las bases de datos científicas y los proyectos que actualizan constantemente todos los cambios que se producen en ese genoma, por pequeños que sean, atentos a las nuevas variantes que puedan surgir. Una de las primeras fue Gisaid (una base de datos internacional, de acceso libre, que recoge las secuencias de miles de virus de la gripe y de la covid), que divide la covid en 10 clados (grupos de variantes que comparten un antepasado común, se representa como una ramificación en un árbol filogenético). Otro sistema que se basa en clados filogenéticos es NextStrain (unos 24): recogen el año de aparición y una letra que 'se ganan' cuando su prevalencia global o regional es mayor del 20-30% durante más de dos meses, por ejemplo, 20H, 21A...
En contraposición está la conocida nomenclatura Pango (Phylogenetic Assignment of Named Global Outbreak Lineages o, lo que es lo mismo, Asignación Filogenética de Linajes de Brotes Globales Nombrados), que recoge cientos y cientos de linajes. Esta es la que hemos visto tantas veces con letras y números, por ejemplo, B.1.1.7. Los puntos significan 'descendiente de' y se aplica cuando se puede identificar claramente un antepasado, es decir, B.1.1.7 es el séptimo descendiente del linaje B.1.1. Por cantidad y por dificultad para recordar esos nombres, la gente no la usa (sí los científicos).
Para comunicar estas cuestiones a los ciudadanos, la OMS creó un sistema de letras griegas que etiquetan solo a una pequeña cantidad de linajes, las variantes de preocupación (VOC) y las variantes de interés (VOI): Alpha, beta, delta... Es la más simple de todas, la destinada a que la gente lo entienda, aunque la más alejada de la realidad. Nos puede llevar a pensar que ómicron es una variante que se ha producido por una mutación y circula durante meses sin cambios hasta que llega otra variante.
"En realidad, ómicron son miles de genomas que están circulando y están mutando continuamente. La ómicron que circula hoy es diferente al que va a circular dentro de dos meses, aunque ambas sean ómicron, y es diferente el que hay ahora en Madrid, en Santiago o en Londres. Lo único que tienen en común es que comparten las mismas mutaciones que le dan el nombre a la variante", explica Antonio Salas, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela e investigador en el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS).
Salas pone un ejemplo con los coches: "Primero, tienen que tener las características específicas que le hacen ser un coche (un virus), como las cuatro ruedas, un chasis, un volante... Luego, las características concretas que le hacen ser un Audi o un Golf o un Seat, como el logo o un motor concreto (mutaciones que lo hacen ser ómicron y no Alpha). Pero luego dentro de Audi hay muchos modelos: si tienen un potente equipo de sonido o una pantalla táctil... (ómicron BA.5, ómicron BQ.1...)".
"La covid no es una familia, pertenece a la familia Coronaviridae, a un género (Betacoronavirus) y a una especie (virus SARS)", recalca Gabriel Reina, especialista en Microbiología y Parasitología de la Clínica Universidad de Navarra (CUN). Los árboles evolutivos del virus o filogenéticos son mucho más complejos, pero hagamos una analogía y pensemos en una familia y su árbol genealógico: Wuhan sería el inicio de este clan y las variantes más conocidas, como Alpha, beta, gamma, delta u ómicron son descendientes y familiares más o menos cercanos entre sí. La clave es que, en los virus, además de la genética, hay que tener en cuenta la secuencia temporal, la posibilidad de revertir características que se perdieron y la epidemiología, en la que es vital el comportamiento humano y la transmisión, según apunta Reina.
Vayamos por partes. Todos los virus se duplican y copian íntegramente su material genético, pero en ese proceso cometen errores, especialmente los de tipo ARN como el SARS-CoV-2, que tienen mayor tasa de error y menor capacidad de corregir esos errores. Mientras haya multiplicación de virus, hay constantes mutaciones. Muchas veces se trata de 'callejones sin salida' que hacen que el virus se destruya. Otras veces los cambios no le dan ninguna diferencia significativa, pero otros errores les dan mayor capacidad dañina para la persona a la que infectan o hacen que se transmitan mejor. Ganar o perder características es la forma natural de evolucionar de un organismo, también del ser humano, pero el ser humano tarda 30-35 años en reproducirse, su evolución es mucho más lenta.
"La selección natural en los humanos ocurre a lo largo de decenas y cientos de años, pero la capacidad replicativa de los virus es altísima, cuestión de horas", indica José Luis del Pozo, director del Servicio de Enfermedades Infecciosas y del Servicio de Microbiología de la CUN. Del Pozo indica que en virus que están prácticamente erradicados a nivel mundial, como el sarampión, el número de virus que se está replicando en este momento son pocos, por lo que su capacidad de generar diferencias es baja, "pero con la covid en apenas 3 años prácticamente toda la población mundial ha estado expuesta al virus, con lo que se ha multiplicado de una manera exponencial bestial. Eso ha hecho que esos cientos de años de evolución en el ser humano sean equivalentes a los 3 años de evolución del SARS-CoV-2. Es como una ley de selección natural, una ley de Darwin, pero como si uno lo viese en cámara hiperrápida", incide.